(*) Por Roberto Domingo
En los tiempos que corren, de mucha incertidumbre, un elemento que suma dudas a la marcha de la economía es la reciente ley de presupuesto nacional.
Como todas las últimas leyes, algunas más importantes que otras en su influencia en la vida cotidiana, han sido sancionadas sin un profundo debate de nuestros representantes en el Congreso.
Lo primero que aseguramos es que el presupuesto debería ser una herramienta de política económica y estrategia. Lamentablemente, ha dejado hace mucho de serlo.
Criticamos el descontrol total del déficit. Se encuentra impreso en el presupuesto todo lo malo de la teoría Keynesiana. Este economista del capitalismo de 1930, aplicó un sistema de gasto público que era correcto para países desarrollados que afrontaban los desajustes financieros derivados de la primera gran guerra mundial. Estas políticas de corte keynesiano a las que hacemos mención, tergiversadas al máximo, han sido el sostén intelectual del populismo estatista para hipertrofiar el Estado y emprender aventuras empresarias de todo tipo (p.ej. Aerolíneas) por supuesto todas y cada una deficitarias, trasladando esos costos y pasivos al Estado Nacional y como consecuencia a cada uno de nosotros.
El presupuesto se transforma entonces en una herramienta contraria a la estrategia de desarrollo nacional. En el presupuesto 2015 cada 100 pesos gastados $ 41 van a Jubilaciones, Pensiones, Salarios familiares y asignaciones por invalidez y desempleo.
El segundo concepto del gasto es el correspondiente a subsidios en energía, combustibles y recursos mineros. Aquí es necesario romper el círculo. Atenta contra el desarrollo económico una política presupuestaria que no fije prioridades sobre sectores básicos como el petrolero, siderúrgico y energético.
Decíamos que se ha hecho uso y abuso del gasto burocrático y el déficit. En este contexto las inversiones privadas seguirán cayendo.
Volver al equilibrio presupuestario es una meta impostergable, y esto no significa que el Estado no deba usar los medios instrumentos que están a su alcance (impuestos, aranceles, crédito y tasas), para influir en el empresariado privado en cuanto a su toma de decisiones para que coincidan con los fines de la Nación.
(*) Roberto Domingo (Contador Público Nacional; Movimiento de Integración y Desarrollo; Paraná, Entre Ríos)
COMENTÁ LA NOTA